El problema es que todos vivimos creyendo que somos eternos... "el próximo mes voy a dejar de fumar, dentro de dos semanas voy a dejar el cigarro, cuando termine la Semana Santa voy a dejar de hartar todas las cosas que el doctor ya me dijo que me hacen daño... mañana le voy a decir al hombre que me ama que lo amo, voy a escribir ese libro cuando"... ¿cuándo? ¿cuándo?
El año pasado estuve tres meses sin salir de los límites de mi colonia, saliendo solo una vez a la semana a la tienda más cercana, un día, después de esos tres meses nos subimos al carro para dar una vuelta hasta La Libertad, íbamos pensando que estábamos rompiendo la ley, nos bajamos unos segundo para oler el mar sin quitarnos las mascarillas a pesar de que no había ni un alma alrededor. Esa era la vida que pretendíamos tener.
Todo comienza o termina cuando nosotros queramos, ¿se dan cuenta? O cuando el destino, Dios, o como quieran llamarlo quiera que termine. Desde hace varios años mi vida ha tenido que irse acostumbrando a los finales, a la muerte, llamémosle. Muerte metafórica, como cuando tenés que aceptar que el amigo dejó de ser amigo, muerte literaria, como cuando terminás un libro y te quedás preguntándote ¿y ahora qué? Muerte de las cosas, como cuando tenés que desprenderte de ese vestido que, por más que te des paja, ya no te queda... Y la muerte de verdad. He tenido que enfrentarme a la muerte de varios seres queridos y cercanos en los últimos años. Varios. Es difícil ir a una morgue, o seleccionar un ataúd o cosas como esas, saben; pero más difícil, aceptar, entender que en esta vidita corta y prestada todos nos vamos a morir, a desaparecer un día, a no estar. TODOS.
Y si de verdad viviéramos con la certeza de eso, de la muerte, todo sería más fácil y, creo, nos descomplicaríamos de un montón de cosas. O nos levantaríamos todos los días con esa evidencia, la única y verdadera: si nos han puesto aquí, en este instante efímero y diminuto de la existencia, ¿por qué complicarnos en amores, relaciones y trabajo y todo eso? Sé que suena simple, pero así debería de ser.
Ah, pero, claro, nosotros, humanos, "inmortales"; programados a que la propia gratificación es el plus de toda nuestra vida, no podemos entender que en la búsqueda de la satisfacción de nuestras necesidades primarias o las más nobles -como el amor-, le podemos ir haciendo daño a las otras personas. Solo pensamos en nuestro propio daño: "te quiero, pero vos no me querés de la forma que yo espero que me querrás". ¿Y si la forma en la que vos esperás que te quieran simplemente no es la misma que el otro puede dar?
"Te quiero con mis límites, mis fronteras y mis fracasos, pero necesito que vos me querrás sin nada de eso, necesito que querrás lo poco que puedo darte, necesito que lo aceptés", parecemos decir, y nos complicamos en historias y romances en donde todos salen dañados, o por lo menos dos. Y si el otro no "acepta tu trato", él es el hijueputamalparido que te lastimó.
Igual en el trabajo, igual en la familia, igual hasta en la manera en que manejamos.
Pensaba en eso mientras salía la luna y me daba cuenta de la broma que nos ha jugado este año que pasó, en la broma de tantos años culpando al otro de tus heridas. ¿Habrá que entender, verdad?
Entender que la vida es algo que se puede terminar mañana mismo, y no andarse con asuntos de propósitos y esas tonteras; solo aceptar la responsabilidad y oportunidad que te toca de una vida mejor para vos y para todos los demás.