domingo, 28 de octubre de 2012

Prejucios





















Luchamos todos los días contra ellos. Confiamos que en cada momento vamos a aceptar a la gente como es, hombres, tontos, mujeres, bonitas, ricos, pequeños, incultos, altos, areneros, gordos, homosexuales, evangélicos, feos,  efemelenistas, pobres, lesbianas, reaggetoneros, futboleros...

Los prejuicios son terribles. Tenemos prejuicios hasta con las verduras, con el agua del chorro, con la luz del sol.

Y tratamos, tratamos en serio. Hasta que llega un día en que al hijo de diez años le piden ir con camisa rosada al colegio con todos sus compañeros (niñas y niños)... ¿Qué tiene el rosado, ah? ¿Qué tiene el rosado, porque ese estigma de que solo es para niñas? Dicen que al inicio de la historia el color rosado era ocupado para bebés de ambos sexos, sin distinción. ¿Por qué nadie se escandaliza cuando una niña o mujer usa azul o celeste?

Y entonces se trata. Se trata de ver que el hijo (que casualmente no tiene camisa rosada) opte -de la forma más natural y descomplicada- por ponerse la que la hija mayor ha comprado para la caminata AVON, y que la mamá no diga nada, pero tenga ganas de arrancársela a mordidas. Y sucede que por algunos momentos la mamá no dice nada...

(esta parte de la historia tiene censurada por la autora)

Y resulta que un día, un domingo cualquiera, esa mamá acompaña a sus hijos a una caminata, a la caminata Avon contra el cáncer de mama y resulta que mujeres y hombres, alrededor de mil, diríamos, más de mil, exagerando un poco; vestían -casi todos- de rosado. Y hay unos hombres que -valientemente- ostentan una camiseta que dice: LOS VERDADEROS HOMBRES NOS VESTIMOS DE ROSADO. Lástima, en serio y de verdad que la camiseta era blanca.

Y entonces, un domingo cualquiera se aprende a echarle tierra a otro prejuicio. El rosado es un color hermoso, sobre todo cuando suben miles de globos de ese color al cielo. Es hermoso de verdad.















Ya habrá más días para derribar el prejuicio en contra de las berenjenas.

miércoles, 17 de octubre de 2012

Dice Facundo Cabral que no he perdido nada

que es imposible porque todo me fue dado...

Lo que podría tener lógica y sensatez, porque si me pongo a pensar en todo lo que tengo, en todo lo que me da una razón para levantarme cada día; no podría parar de contar. Supongo. De hecho tengo tres razones principales, fundamentales, con sonrisas, con pelos suaves y miradas claras. Tengo tres razones. Y eso es suficiente.

Dice Facundo Cabral que la vida no me ha quitado nada, que me ha liberado. Eso dice, que los problemas son lecciones y, entonces, me doy cuenta que aprendo alrededor de diez lecciones al día. Y que el mayor problema, la mayor pérdida de estas semanas no es más que una liberación... Y cuando lo dice con esa voz ronca y pausada que nunca más volverá a sonar, quisiera creerle, pero me cuesta, cuesta perder... La fe, la ilusión, la esperanza de ponerle todo pensamiento a algo, el corazón -digamos-, el maldito ese, al que le echan la culpa de la mayoría de nuestros males.

Cuesta desprenderse.

Que haga lo que amo y seré feliz, dice Facundo.

Y lo hago.

Escribo.

Porque de repente recuerdo que no hay nada que me llene de más quietud, paz, felicidad o como quieran llamarle; que juntar palabras, así de la nada, para que digan algo. A veces lo olvido. A veces dejo abandonado este blog, el otro y el otro y el otro por andar pensando y sintiendo cosas que no debería.

Pero aparecen las palabras, me vacío de ellas para llenar el espacio con otras que mañana -probablemente- salgan.

Por ahora eso es todo. La lección de hoy en palabras del querido Facundo:
"El que hace lo que ama, está benditamente condenado al éxito."

Esta noche quiero creerle.

Y sí, si quieren completo a Facundo, aquí se los dejo: