martes, 13 de diciembre de 2016
Cuánto aprendizaje puede caber en un solo año.
Hace doce meses me estaba yendo de la empresa en la cual había trabajado por casi 20 años y en la cual me había acomodado dulcemente, no solo a un sueldo fijo y la seguridad mensual de ese pago, sino que a la gente, al confort de relaciones de casi dos décadas, a la silla negra, al escritorio blanco; a ser dueña y señora.
Ahora que lo recuerdo, fueron días extraños esos de irme desprendiendo, sobre todo de la gente, la comodidad de tu grupo, los inside jokes, la rutina, la seguridad de lo establecido. No crean, me dolió un montón, hay cosas a las que -por más que creás que sí- nunca estás preparado. Hubo fiestas navideñas, claro, también hubo fiesta de despedida, la típica en que terminás haciendo el recuento de la historia con final nostálgico, lleno de lágrimas, cuando querés saborear hasta el último segundo de las personas a las que realmente quisiste. Hasta el último segundo, dije. Sí, hay adioses que se precipitan tanto.
El 18 de diciembre dejé un escritorio vacío allí, y sí, déjenme creer -por lo menos para mí misma- que estas alturas no han podido llenarlo. Me fui un poco rota, pero con la idea de mi propia empresa y la esperanza de una reconstrucción desde cero. Siempre he sido optimista, es una de mis virtudes, quizás, las cosas parecían tan claras.
Pero, ha sido un año largo, cansando, lleno de cambios y golpes y tropiezos. Pero también lleno de aprendizaje. Ustedes no se imaginan cuánto se puede aprender dándole vida a la propia empresa, siendo independiente, trabajando en el silencio de tu escritorio y tu cabeza. ¿Alguna vez les conté cuánto miedo me da el silencio? Claro, enfrentar los miedos y vencerlos, de eso se trata esta vida. No se imaginan cuánto he vencido este año, desde lo más grande hasta lo más mínimo, como irte a meter vos sola a uno de los barrios más lejanos de San Jacinto.
Es de ponerse a reír cuando miro para atrás y me doy cuenta de que estos largos doce meses me prepararon para este momento en que me levanto a las cinco de la mañana y me acuesto a las once, trabajando, estos días en los que no he tenido ni sábados ni domingos, estos días en que a mi casa no ha llegado la Navidad; porque toda mi energía y pensamiento están enfocados en los ocho proyectos aprobados de diciembre. Sí, sin darte cuenta, la vida te va preparando para muchas cosas. La vida te quita, pero, si estás atento a sus mensajes, siempre te da cosas mejores.
Y bueno, sí, toda esta "filosofada" salió inspirada de este artículo leído en Mashable en el que en una serie de memes ilustran cómo la gente se siente de destruída al final de este año
Por un momento pensé que sí, que así me siento de destruída. Pero luego de una mínima reflexión me doy cuenta de que no, no estoy destruída -¿les dije lo optimista que soy?-, he ganado mi batalla, he aprendido tanto, quizás más que en toda mi vida, descubrí que de donde menos lo esperabas hay gente que es maravillosa y te apoya, aprendí que también hay gente que te va a dejar, gente que no va a cumplir su palabra, gente que solo te va a utilizar -sobre todo cuando se sienten solos y les han roto el corazón-. Sí, qué maravilla, imagínense cuánto aprendizaje puede caber en un solo año. Y sí, hay tanta gente a la que darle las gracias.
Y esta iba a ser una lista de las cosas que me ha dejado este largo año, pero, imagínense, no iba a acabar nunca.
El aprendizaje ha sido demasiado.
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