Ah... El amor puede ser ridículo de verdad.
El punto es que, para mi fortuna y la desgracia de la venta de pinturas, después de un año de versos, camisetas manchadas, encuentros furtivos -Ah, porque para añadirle mayor dramatismo a la historia, el chero no era del gusto de mi familia-, madrugadas y amaneceres de pláticas interminables, largas noches leyendo a Fromm, y más largas tardes oyendo a la sicóloga moralista que me dejó más neurótica que al principio; el cuento cambió de personaje principal.
Resulta que hace días me encontré al guapointeligentecarismáticoser que ya no es tan guapo ni inteligente ni carismático y me descubrí platicando con él sin interés, distraída y preguntándome qué pudo ser lo que me movió en su momento a idolatrar a ese hombre y no querer vivir más que su vida. Cómo puede ser así eso de enamorarse.
Y desenamorarse. Y tantos años después, encontrarse con alguien por quien no darías nada.
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