sábado, 5 de octubre de 2013

Las injustas desigualdades de ser mujer.



A pesar de que mi progenitor era bastante machista -no nos permitió usar pantalones a mi hermana y a mí hasta que éramos adolescentes (no era cosa de niñas, decía)-, fue lo suficiente feminista para enseñarnos a mi hermana y a mí que un hombre no nos debía dañar "ni con el pétalo de una rosa", y otras enseñanzas que ahora me hacen pensar mucho acerca de lo que voy a escribir a continuación...

Resulta que históricamente llevamos siglos hablando de los derechos de la mujer, cien años exactamente hace que la mujer consiguió el derecho al voto, cien años de seguir hablando y exigiendo y proponiendo que le den una calidad de vida igual a la del hombre, que se la proteja de abusos, de la violencia, la explotación, la discriminación y ajá, todo sigue igual.

A estas alturas de la historia ni siquiera deberíamos estar hablando de esto.

A estas alturas de la historia no deberíamos estar oyendo comentarios como "ay, bien bueno el esposo de fulanita, vieras cómo le ayuda en la casa..."

¿Cómo le ayuda?
¡Cómo le ayuda!

Es decir: si ella trabaja, aporta a su hogar, piensa, ejerce su derecho al voto y todas esas cosas, ¿no se supone que los "oficios de la casa" deberían ser ejercidos también en igualdad? ¿No se supone que a estas alturas de la vida nadie debería estar diciendo "cómo le ayuda en la casa"? En todo caso, en algún otro lugar alguien debería estar diciendo "miren la esposa como le ayuda a trabajar y llevar el sustento al hogar"...

He hablado mucho de esto esta semana con algunas de mis compañeras de trabajo. Principalmente porque vi dos documentales de El Faro que me impresionaron mucho: Ellos Sabían Que Yo Era Una Niña y Las Esclavas Del Servicio Doméstico, que denuncian dos tipos bien diferentes de abuso contra la mujer que se sigue dando en El Salvador sin que nadie haga ni diga nada al respecto.

Hablábamos anoche, a raíz de este video de Isabel Allende, que de verdad es un asunto de conciencia, de educar a las nuevas generaciones respecto a la igualdad que debería tener la mujer en todo. Se debe empezar haciendo conciencia con los propios hijos varones -y, pues sí, las niñas-; es tan simple como eso: empezar haciendo conciencia en la casa a través de las cosas más irrelevantes como las labores domésticas. Cuando niñas y niños crezcan viendo que el trabajo y las responsabilidades son iguales para ambos, el mundo va a cambiar. No solo en la casa y en la vida personal, también en el trabajo.

¿Y no qué el 51% de la población mundial somos mujeres?
¿Y entonces no debería ser que en todos los trabajos el 51% deberíamos ser mujeres?

Las desigualdades son terribles, de verdad, mucho más cuando estas son usadas para la violencia, el abuso, la explotación y la discriminación...
Si comparamos con otros países en que las mujeres son vendidas por sus propios padres como esclavas, podemos decir que estamos en un país privilegiado... Pero cuando leemos del caso del hombre que prendió fuego a la esposa, que esta murió por las lesiones en un hospital y que el hombre podría ser que todavía ande por allí bien campante; entonces nos damos cuenta de que no, no estamos en un país privilegiado. Si nos ponemos a pensar en las miles de mujeres que a diario dejan su casa para ir a criar a los hijos de otra, mientras los suyos crecen solos y abandonados; entonces nos damos cuenta de que no, no estamos en un país privilegiado.

Piénsenlo, por favor.

(Para ver un poco de cifras de la desigualdad de la mujer en el mundo, pueden ir a este enlace de BBC Mundo  100 Mujeres: la mitad del mundo toma la palabra.)

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