Facundo Cabral fue importante para muchos que fuimos adolescentes y jóvenes en plena guerra. Oír sus canciones, pero principalmente sus monólogos, me daba paz, me hacía creer que había esperanza en medio de todo aquello y que de alguna manera contestaba las preguntas que yo no le podía hacer a nadie.
Facundo Cabral me salvó de la tristeza de la guerra. Eso es todo. Mientras caían las bombas y sonaban las balas yo soñaba que algún día iba a tener un hijo para cantarle esta canción:
No crezca mi niño, no crezca jamás
los grandes al mundo le hacen mucho mal.
El hombre ambiciona cada día más
y pierde el camino por querer volar.
Vuele bajo porque abajo
está la verdad
esto es algo que los hombres
no aprenden jamás.
Por correr el hombre no puede pensar
que ni el mismo sabe para dónde va.
Siga siendo niño y en paz dormirá
sin guerras ni maquinas de calcular.
Vuele bajo...
Dios quiera que el hombre pudiera volver
a ser niño un dia para comprender
que está equivocado si piensa encontrar
con una escopeta la felicidad...
Vuele bajo...
Y por suerte no tuve uno, si no tres hijos para cantárselas. Tres hijos que me vieron llorar desconsolada la mañana de ese sábado 9 de julio, mientras oía por enésima vez Vuele Bajo, Está la Puerta Abierta y muchas otras canciones que le seguirán dando sentido a mi vida ahora que la guerra es otra.
Le debía tanto este post a Facundo.