Oiga usted! La persona en la que confía, a la que le cuenta sus secretos, sus cosas más privadas; probablemente es la persona equivocada. Mire que usted comparte su vida con la ingenua ilusión de que en el fondo el otro también se alegra por su felicidad, por su buena suerte, por sus logros. Pero no, el otro no se alegra. Le da envidia, se retuerce en su podredumbre fingiendo una sonrisa, una palmadita en la espalda, un "qué bien, me alegro por vos..." Y mientras usted se queda pensando que qué bueno tener un amigo así, el amigo le está revelando a la persona menos indicada su secreto, a la persona que al saberlo desbarataría todos sus planes.
Usted se va a quedar esperando toda la vida sin saber qué pasó.
Lo que pasó, amiguito, es que su supuesto mejor amigo probablemente no lo es. Para la próxima -esta ya ni modo- fíjese bien en quién confía.
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