Durante meses son árboles iguales a todos. Hojas verdes, troncos retorcidos, copas que se elevan al cielo. Pero hay un momento, un momento inesperado de finales de octubre en que este árbol se queda sin hojas. Las hojas vuelan al viento como el poema de Lilian Serpas que les conté hace días.
Hace apenas una semana los árboles lucían sus ramas desnudas, así:
A estas alturas ya no estoy tan segura que el árbol se llame Laurel de la India, pero eso realmente no importa, lo que importa es que un día anochecieron sin hojas y al día siguiente, de repente, como un estallido, aparecieron incendiando las calles de la San Francisco.
La verdad es que es lo más parecido que podemos tener a un otoño. Pero, quitándole toda representación estacional, estos árboles son todo un espectáculo. Por lo menos para mí y para @haroldcaceres que me hizo el favor de ir a tomar todas las fotos mientras yo estaba en una reunión.
Durante meses son silenciosamente otro árbol más de la esquina. En noviembre estallan moviéndose al viento, inconscientes de su gracias y su belleza.
sábado, 26 de noviembre de 2011
jueves, 17 de noviembre de 2011
Voy a esperar las doce para que sea mañana.
El mañana mío.
Arrastrando la luna que se escurre entre las nubes. El humo de otro cigarro. Los errores de redacción, de ortografía, de dedo y los otros. Las miles de nubes que he coleccionado por más de dos años. Las alegrías de mis hijo y las tristezas. El amor real, genuino y verdadero.Todo lo que he dicho. Todo lo que no he dicho. Las cosas que quise hacer y que todavía tengo tiempo de hacerlas. La nostalgia del olor a café en la casa cuando era niña, de los barquitos de papel cuando llovía, de las mil historias contadas en la penumbra de la sala, de las mil historias inventadas por las mentes de aquellos niños que éramos. Todos los olores y colores. Las caídas. Los dolores. Lo aprendido a fuerza de dudas y soledades y preguntas y entierros y destierros y paredes y muros y puertas cerradas.
Voy a esperar las doce para que sea mañana.
Arrastrando mariposas azules, boleros cantados a la luz de la luna, canciones que dicen y cuentan y repiten: Pink Floyd, Enrique Bunbury, Elvis, Sanz, Miguel Bosé, Jack Johnson, la Javiera, Jarabe de Palo. A Damien Rice sonando una y otra vez, entender las lágrimas, entender el odio, entender la vida. Y un sol amaneciendo a mil kilómetros de casa tras los ventanales del aeropuerto de un país extraño.
Arrastrando lo que soy y lo que pienso, lo que me niego a ser y a pensar. Mi colección de dedales que crece por el cariño de los amigos. Los amigos que son, los que fueron, los que no pueden ser. Las palabras que derramo en todas partes. Las palabras que me dan vida, la razón de ser y seguir pensando y seguir luchando y seguir creyendo y seguir creciendo.
Las palabras.
Arrastrando la luna que se escurre entre las nubes. El humo de otro cigarro. Los errores de redacción, de ortografía, de dedo y los otros. Las miles de nubes que he coleccionado por más de dos años. Las alegrías de mis hijo y las tristezas. El amor real, genuino y verdadero.Todo lo que he dicho. Todo lo que no he dicho. Las cosas que quise hacer y que todavía tengo tiempo de hacerlas. La nostalgia del olor a café en la casa cuando era niña, de los barquitos de papel cuando llovía, de las mil historias contadas en la penumbra de la sala, de las mil historias inventadas por las mentes de aquellos niños que éramos. Todos los olores y colores. Las caídas. Los dolores. Lo aprendido a fuerza de dudas y soledades y preguntas y entierros y destierros y paredes y muros y puertas cerradas.
Voy a esperar las doce para que sea mañana.
Arrastrando mariposas azules, boleros cantados a la luz de la luna, canciones que dicen y cuentan y repiten: Pink Floyd, Enrique Bunbury, Elvis, Sanz, Miguel Bosé, Jack Johnson, la Javiera, Jarabe de Palo. A Damien Rice sonando una y otra vez, entender las lágrimas, entender el odio, entender la vida. Y un sol amaneciendo a mil kilómetros de casa tras los ventanales del aeropuerto de un país extraño.
Arrastrando lo que soy y lo que pienso, lo que me niego a ser y a pensar. Mi colección de dedales que crece por el cariño de los amigos. Los amigos que son, los que fueron, los que no pueden ser. Las palabras que derramo en todas partes. Las palabras que me dan vida, la razón de ser y seguir pensando y seguir luchando y seguir creyendo y seguir creciendo.
Las palabras.
lunes, 7 de noviembre de 2011
Mesa de regalos
Faltan 20 días para mi cumpleaños.
Para facilitarle la vida a todos ustedes [¿quiénes son ustedes? Todavía no lo sé], aquí estoy armando mi mesa de regalos para que seleccionen el que esté acorde a su bolsillo [ja ja ja]. Iré agregando más a medida vaya recordando qué es lo que quiero.
1. Un restaurante para cocinarles todos los días a mis hijos.
2. Dotación vitalicia de dulces ácidos [Skittles Sour, los verdes]
3. Nubes de colores todos los días.
4. Un gato persa. Pero que sea blanco. Lo quiero gordo y huevón. Ya tiene nombre: Pizzicato
5. Entrada preferencial al concierto The Wall de Roger Waters en Buenos Aires, marzo 2012.
6. Tour de National Geographic por Turquía y Grecia
7. Si el anterior no es posible, quiero el tour Trans-Siberiano
8. Días de 26 horas para pasar más tiempo con mis hijos
9. Un curso intensivo de francés o italiano. Cualquiera de los dos. Pero debe tener garantía de que voy a aprender en menos de 3 meses [eso sí]. Prometo que me voy a aplicar.
10. Paz mundial
11. 26 amaneceres en la playa. Deben ser [obviamente] playas diferentes y en diferentes países. Entre las cuales tendrían que estar Fiji y estas 10.
12. Entrada a cualquiera de estas óperas en La Scalla de Milán: Don Giovani, Aída, Le Nozze di Figaro, Tosca o La Bohéme. Si fueran todas, mejor. El programa y los precios los pueden encontrar aquí.
13. Tener otro blogs con Miguel Molina Tobar, mejor conocido ahora como Puño de Letras. O volver a revivir el Raro Dúo.
14. [delete]
15. Una fiesta con karaoke y Robert Downey Jr. cantando She de Elvis Costello.
16. El Manual para Aprender a Mirar.
17. Veinte silencios y sus correspondientes momentos a solas para cuando sean necesarios.
18. Freddy Kempf tocando el Nocturno 8 Op. 27 de Chopin, pero con otro corte de pelo, por favor.
19. Un esclavo blanco que toque violín, como este:
*Ah, sí, el mapita de allí arriba es de National Geographic.
5. Entrada preferencial al concierto The Wall de Roger Waters en Buenos Aires, marzo 2012.
6. Tour de National Geographic por Turquía y Grecia
7. Si el anterior no es posible, quiero el tour Trans-Siberiano
8. Días de 26 horas para pasar más tiempo con mis hijos
9. Un curso intensivo de francés o italiano. Cualquiera de los dos. Pero debe tener garantía de que voy a aprender en menos de 3 meses [eso sí]. Prometo que me voy a aplicar.
10. Paz mundial
11. 26 amaneceres en la playa. Deben ser [obviamente] playas diferentes y en diferentes países. Entre las cuales tendrían que estar Fiji y estas 10.
12. Entrada a cualquiera de estas óperas en La Scalla de Milán: Don Giovani, Aída, Le Nozze di Figaro, Tosca o La Bohéme. Si fueran todas, mejor. El programa y los precios los pueden encontrar aquí.
13. Tener otro blogs con Miguel Molina Tobar, mejor conocido ahora como Puño de Letras. O volver a revivir el Raro Dúo.
14. [delete]
15. Una fiesta con karaoke y Robert Downey Jr. cantando She de Elvis Costello.
16. El Manual para Aprender a Mirar.
17. Veinte silencios y sus correspondientes momentos a solas para cuando sean necesarios.
18. Freddy Kempf tocando el Nocturno 8 Op. 27 de Chopin, pero con otro corte de pelo, por favor.
19. Un esclavo blanco que toque violín, como este:
*Ah, sí, el mapita de allí arriba es de National Geographic.
sábado, 5 de noviembre de 2011
Cuando caen las hojas
Sí, soy una snob desde que tenía 12 años. Sí, leo novelas y poesía desde entonces. No me odien, mis papás tienen la culpa, ellos leían poesía y novelas también. Mi mamá recitaba la Sonatina de Rubén Dario desde que tengo memoria, me pagó 25 centavos de colón para que me aprendiera de memoria A Margarita. Con el agravante que mi papá oía música clásica, además. Se sentaba en la oscuridad a oír a Chopin. Cerraba los ojos. Fumaba. Yo lo miraba por una rendija de la puerta. Sí, soy una snob que oye música clásica desde siempre, y me gusta.
Aclarado esto, vamos a tocar el tema que nos compete esta mañana: Lilian Serpas.
Lilian Serpas probablemente sea una de las poetas [¿o poetisa? no me gusta la palabra] menos conocidas de El Salvador. Diga usted, amable lector, si alguna vez saboreó algunos de sus sonetos o al menos oyó hablar de ella. No la leímos hasta el cansancio desde primer grado como a Alfredo Espino o a Claudia Lars. Puede ser porque fue un poco borrachina y, según cuentan las leyendas terminó medio loca. ¿Quién quiere mitificar un personaje como ese, que además no escribe de ranchos ni luceros ni pajaritos en la montaña ni tierras de infancia ni temas tan bucólicos y memorables?
Nadie. Supongo.
El asunto es que en mi casa se hablaba de ella. Según las leyendas de mi mamá, Lilian Serpas era algún tipo de parienta lejana nuestra. Por el lado Gutierrez o algo así... Vayan ustedes a saber. Allá por los 80's apareció un libro de ella en la casa, Meridiano de Orquídea y Niebla, se llamaba. Era todo verde claro con un dibujo negro en la portada, supongo que era una orquídea. Yo lo leí. A tan temprana edad, leí los poemas de esa señora que era medio pariente, medio borrachina y medio loca. Y hubo uno en particular que, supongo, tocó lo más profundo de mi cerebro con su metáfora poética, porque ahora en día todavía me lo sé de memoria. Y en esta época del año, cuando el Laurel de la India bota sus hojas a lo largo y ancho de las calles de San Salvador, yo vuelvo a recordar el poema. Y suena en mi mente como años atrás, como cuando era una niña y preparaba a mi corazón para ver caer las hojas y que doliera un poco...
Cuando caen las hojas
un paréntesis cierra
el silencio en las cosas.
El tic tac del reloj
subraya los silencios
y un espacio en mi voz.
Disfrutar un poco de la poesía de Lilian Serpas aquí
Leer la biografía aquí
martes, 1 de noviembre de 2011
Hay días en que somos tan frágiles, tan frágiles*
No sé ustedes, pero yo sí.
Un día uno se despierta y no importa el cielo azul, las nubes lindas, el viento de octubre, que más bien es de noviembre; ni todos los proyectos ni los sueños ni las ilusiones que se puedan tener: uno abre los ojos y odia al mundo. [Entiéndase por mundo a personas X que prometen y prometen y nunca cumplen, llevándose de encuentro los proyectos y sueños]
Y, repito, no importa lo poético que sea el día, uno al cielo lo ve gris, el café ahora sí está amargo, te vestís y maquillas de negro sin importar lo lindo del verano, no hay vestidito de color que valga.
En esos momentos de la vida, tan opacos y cortantes de la respiración, uno [con la experiencia que la vida le dio] no debe hacer otra cosa que quedarse callado, no vaya a ser que se profieran palabra que después pueden ser usadas en contra.
Quedarse callado y dejar que Bunbury, en su infinita sabiduría, hable por uno: "Te odio tanto que yo mismo me espanto de mi forma de odiar..." Para oír toda la belleza de esas palabras tan sabias puede ir aquí, no sé por qué, pero no puedo "embedear" el video.
El asunto es que Bunbury tiene una maña para decir las cosas que yo quisiera decir a veces: "No te preocupes por mí, soy como los gatos y caigo de pie. Y no me duele cuando me hacen daño."
Y así sucesivamente, infinitamente. Lo oscuro de toda la situación se va convirtiendo en canciones de Enrique Bunbury, o al revés. A saber.
* El título de este post es un verso del poema Canción de la Vida Profunda de Porfirio Barba Jacob, si lo quieren leer completo vayan aquí.
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