lunes, 25 de marzo de 2013

Querido tú de diecisiete años:















Tenés razón al pensar que ni siquiera me he fijado en vos, menos en tus pantalones paletoneados ni en tus suéteres Timberland, mucho menos en tu vida, que al parecer, no me suena nada interesante. Tendrás que entender que no es por vos que no me fije en vos. Tendrás que entender que es porque yo soy una persona seria con zapatos de tacón y blusas de lino blanco, Directora Creativa de una prestigiosa agencia de publicidad, con una hija de siete, otro de cuatro años y otro por nacer, un esposo de apellido rimbombante y ojos azul-celeste, y una vida que para nada encaja con la tuya. Tendrás que entender eso por un tiempo, querido tú. Tendrás que tener paciencia... Porque tal vez, tal vez movida por alguna chispa que vea en tu mirada, por alguna palabra tuya escrita por allí, por alguna frase, algún chiste, alguna luz en alguna parte; en algún momento de mi vida, la tuya o la nuestra; he de quererte de alguna manera mágica. Odiamente tendrán que pasar muchas cosas, tendrán que ir y venir muchos relatos a dúo, muchas cartas, e-mails, historias y postales de países desconocidos, que yo iré guardando como tesoros, como premios, como medallas. Tendrán que pasar muchas borracheras -¿oíste?- y bailes y canciones compartidas y finales tristes y felices. Y cuando estés a punto de llegar a los treinta seguramente serás la primera persona (o segunda en algunos casos) en que piense cada vez que tenga una tristeza o que quiera compartir alguna alegría. Verás, querido tú de diecisiete, cuando estés cerca de los treinta voy a ser capaz de invocarte con el pensamiento para que marqués mi número cuando mi celular esté sin saldo y nos vamos a reír de cosas que ahora te parecerán inauditas y yo voy a ser menos madura y vos vas a ser más maduro y de alguna manera espeluznante e inexplicable vamos a ser amigos de esos que se dicen las cosas como son y se resienten en el fondo por unos minutos y se duelen en silencio por segundos, pero al rato se están riendo de cualquier cosa como la muerte, el amor o cualquiera de esos temas irrelevantes de la vida. Querido tú de diecisiete años, en algún momento de tus casi treinta, te voy a querer tanto y va a ser tan recíproco que seguramente no habrá necesidad de decírnoslo, y en un día de tu cumpleaños -de esos en los que no vas a estar porque andas de viaje, porque te va a gusta huir y yo me voy a haber acostumbrado a eso-, se me va a ocurrir escribirte una carta como esta y se me van a aflojar un poco las lágrimas mientras lo haga, porque me voy a dar cuenta del tamaño de mi cariño comparado con el de tu ausencia, y en ese momento voy a necesitar abrazarte, porque será tu cumpleaños y te voy a querer como nunca lo imaginamos y vos vas a estar en alguna calle de Ciudad del Cabo, celebrando a solas, o ni siquiera celebrando porque estás a solas, sorprendiéndote tal vez por algún paisaje, ni siquiera acordándote de mí, ni siquiera pensando "qué bonita esa nube le gustaría a Flor..." Pero no va a importar, será tu cumpleaños y podrás acordarte y pensar en quien te dé la gana. O ni siquiera pensar en nada.

Querido tú de diecisiete: el día que cumplás veintinueve años voy a pensar mucho en vos...

Eso tenelo por seguro.

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