Que luego de haberlo leído dos veces, vuelvo a caer en Gracias Por El Fuego, de Mario Benedetti. Además de descubrir algunas verdades ciertas, dolorosas, un poco fuertes; descubro que él usaba muchos punto y coma. ¿Quién usa el punto y coma ahora, quién? Además, en ese libro, que leí por primera vez en mis días de estudios en la UCA, cuando creía que ser abogado (a) sería un éxito, encontré una de las verdades más irrefutables de la vida - o del amor, como quieran verlo -, que para estar total -completamente- enamorado uno tiene que estar seguro que también inspira amor... Que lo quieren de regreso, pues.
Sino, qué chiste. Sino, no es amor, supongo.
El asunto es, que volví a leer este libro por tercera vez en la vacación de Semana Santa. Me salté algunas partes que me parecieron aburridísimas a estas alturas de mi vida. Sí, hago esas cosas, me salto parte aburridas de los libros... Y bueno, uno viene a caer en párrafos como este:
"Creo que tenés derecho a sentirte, una vez por lo menos, al día con tus emociones, con tu vida; creo que tenés el derecho de sentirte pleno; te confieso que para mí ha sido toda una crisis; pero de pronto vi claro, vi que la muerte se está vengando siempre de nuestras vacilaciones; nuestra vida se compone de tres etapas: vacilar, vacilar y morir; la muerte, en cambio, no vacila frente a nosotros; nos mata y se acabó; el gran espía, la formidable quinta columna que ha instalado la muerte en nosotros, se llama el escrúpulo; ya sé, yo tengo escrúpulos; vos también, entendeme que no estoy en contra el escrúpulo; pero es la quinta columna de la muerte; porque gracias al escrúpulo, vacilamos, y se nos pasa el tiempo de gozar, de gozar ese minuto feliz que, como gracia especial, fue incluido en nuestros programas; nos pasamos la vida soñando con deseos incumplidos, recordando cicatrices, construyendo artificialmente y mentirosamente lo que pudimos haber sido; constantemente nos estamos frenando, conteniendo, constantemente estamos engañando y engañándonos; cada vez somos menos verdaderos, más hipócritas, cada vez tenemos más vergüenza de nuestra verdad; por qué entonces no puedo hacer posible tu minuto feliz..."
Y entonces, venís a pensar en todos los minutos felices que te has negado en tu vida... Minutos felices en momentos simples como no reírte de algo con una carcajada suelta porque qué va a pensar la gente de tu carcajada escandalosa y sonora. Minutos felices como compartir un momento con gente que es mucho menor que vos, porque qué van a decir de que tengás amigos que podrían ser tus hijos... O al menos tus sobrinos. Minutos tan simples como "tengo canas", "tengo arrugas", pero igual; la vida me puede seguir sorprendiendo de la misma manera.
Uno se niega tantas cosas, tantos momentos, tantos minutos... Y supongo, que al final, te vas a estar arrepintiendo de todo lo que no hiciste, de todos los "te quiero" que no dijiste por los escrúpulos y por todos los qué va a pensar, qué va a pensar la gente de que camine descalza en un cementerio porque los zapatos se hunden en el suelo. Qué va a pensar la gente de esta persona que soy, de todas las preguntas que me hago a diario. Qué va a pensar la gente de que no sea como todos esperan que sea, de que no sea la media normal de la mamá-esposa-amadecasa-perfecta...
¿Qué van a pensar todos de mí?
¿Acaso importa?
La vida es ese minuto que a cada momento se va...
Es decir, ¿quién quiere que la muerte lo tome preguntándose cosas?
Yo quiero que me tome dándole respuestas.
Es decir, ¿quién quiere que la muerte lo tome preguntándose cosas?
Yo quiero que me tome dándole respuestas.
Y si lo vemos de esta manera: nada es finito. Todo es eterno.
Todo vive en los recuerdos de minutos felices que vamos acumulando.
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