viernes, 11 de abril de 2014

En este capítulo: sácame de aquí.

No sé ustedes, pero yo tengo esa tendencia a "trabarme" en una canción por mucho y mucho y mucho tiempo. ¿Alguna vez les he contado la historia del día que infatuada por una melodía la grabé todas las veces que cabía en un cassette de 90 minutos? -sí, cassette, esas cositas de cinta para oír música y que ya no existen-. Fue hace muchos años -obvio- era adolescente y... Ya saben cómo son las cosa a esas edades. Cuando conocí a Damien Rice y a The Blower's Daughter, en una depre, la oí por alrededor de una hora mientras pensaba o trataba de recordar si había odiado a alguien en la vida -conste, era una tarea que me habían dejado.

En fin. Sé que muchos de ustedes lo han  hecho y me entenderán.

El asunto que nos compete en esta ocasión se llama Sácame de Aquí, una canción de Bunbury con la cual llevo más de dos meses en obsesión continua, diaria y constante. No puedo pasar un día sin oírla, esa canción... He visto casi todas las versiones de sus vídeos. La lloré el día del concierto. Sí, cuando se regresó la segunda vez al escenario, la cantó, mientras yo, convencida por mi querido esposo de que tenía que aceptar que el concierto había terminado, iba casi arrastrada a la puerta de salida.

–¡¡No puede ser!!– Reclamaba, claro, con la poca voz que me quedaba después de haber "gritado" todas las canciones. 

–No ha cantado Sácame de Aquí, ¡¡no puede ser!!– Y, ajá, no podía ser. Se regresó y la cantó y lloré casi con el mismo sentimiento de felicidad con una desolación extraña que lo hice cuando me encontré frente a frente con las D’emoiselles D’Avignon en el MoMA y el edificio del Tesoro en Petra. Sí, ese mismo. (Sí, van a perdonar, soy una snob que llora por esas cosas y cosas como que se muera la mamá de Bambi en la película)


Resulta que me he preguntado varias veces qué es lo que me pasa con esa canción y he llegado a la conclusión de varias cosas al respecto. A parte de que conocí la canción en un momento deplorable de la historia, bueno, mi historia, y de que la letra tiene una cantidad innumerable de frases citables, hay tres cosas –que tal vez a ustedes les parezcan irrelevantes- de las que me he dado cuenta a medida que la escucho: 


La canción está perfectamente musicalizada. Oigan, no solo es la pinche bandita tocando con la guitarra, el bajo, el piano y la batería: hay trompetas, hay violines (bueno, un violín), una guitarra acústica, un bandoneón... Escuchen con atención, agudicen su oído. Agudícenlo, les digo. Yo no sé mucho de terminos musicales, pero esa guitarra del inicio y su cadencia, como que se tropieza, se cae y se levanta, se tropieza, se cae y se levanta, se tropieza se cae y se levanta; hace que la canción tenga una de las introducciones más memorables de las canciones de Bunbury. Es en serio, esa entrada con guitarra me da cosquillas en la panza.

Esa era la primera cosa.

La segunda tiene que ver con el violín. Por cierto, la mujer que toca el violín hace el coro mientras no lo toca y así, por lo menos en el concierto de Zaragoza y del cual son todas las fotos que aquí publico. Agudicen su oído, les dije: casi la mitad de la canción ese violín esta siendo “pichicateado”, es casi imperceptible, claro, todos los demás instrumentos y la voz del Búnbury lo opacan, pero si prestan atención lo pueden oír cuando comienza su actuación en el minuto 1:30. Y bueno, el pizzicato (del italiano, pellizcado) es esa ¿técnica? en la que no se usa el arco, sino que se “pellizcan” las cuerdas del violín -en este caso- con el índice y el pulgar. Suena memorable entre los gritos y lamentos de Bunbury ¿no creen?

Y la tercera tiene que ver con el mismo Bunbury. Sí, el divo ese, mi  ídolo musical, como alguien una vez se atrevió a llamarlo. Ese mismo que ha sido nombrado como uno de los más influyentes de la música en español por la Rolling Stone. Ese hombre, al final de la canción hace un derroche de drama, lírica y voz (aunque no tenga precisamente una buena voz) que me paraliza y deja sin respiración hasta que la canción termina. El grito final es desgarrador (particularmente en el concierto de Zaragoza). A uno le dan ganas de salir corriendo y sacarlo... A donde sea que quiera ir.



Total, que he oído mucho esa canción en los últimos días, ¿ya dije eso, verdad? y quizás no tenga que ver con todo eso que les he dicho, quizás, nada más tenga que ver con que aún podemos ser libres dentro de una canción.

Quizás sea eso. 



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