Era un árbol. Un árbol común de patio, con raíces, tronco, ramas y hojas creciendo para dónde les daba la gana. Era un árbol, que de pequeño pasó a mediano y, por lo tanto, a dar sombra, la mayor felicidad de los árboles. [Supongo]
Y entonces Dios dijo: no es bueno que el árbol esté solo, y de alguna manera [no, no le sacó una costilla, porque los árboles no tienen] se las ingenió para que alguien tirara a sus pies una pobre y despreciada rama de Pasionaria. Y la Pasionaria, de pura apasionada que es, alargó su tallo tal cual pudo, se abrazó al árbol como si su vida dependiera de ello, y brotó tantos vástagos como ganas tenía de volverse linda y ser amada.
Y un día, sin más, sin anuncios, publicidad o aspavientos; el árbol y la Pasionaria fueron uno solo, y abejas, helechos, pájaros, orugas y mariposas celebraron esta unión sin ser invitados...
Y el mundo entero vio que era bueno:
Un árbol convertido en flor.
Una flor convertida en árbol.
Qué hermosa y sencilla historia.
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