viernes, 31 de mayo de 2013

Observaciones de vuelo:

• En el horizonte todavía es de día. De este lado del avión, noche oscura.

• Es lamentable que apaguen las luces cuando uno quiere leer, y las enciendan cuando uno se dispone a ver el cielo, el horizonte que no se apaga. Y que le vidrio de la ventana se convierta en espejo en donde solo te podés ver vos, vos mismo reflejado.

- Es hora de volver al libro.

• Está científicamente comprobado que uno acepta y se come la comida del avión, aunque esté infinitamente saciado. Es casi una ley también que la comida del avión siempre se sienta rica, aunque no lo sea.

• En el tiempo perdido en un avión se te pueden ocurrir las mejores ideas para una novela, un relato, o al menos un texto para un correo. Parece como si por a altitud o eso, las ideas anduvieran volando por allí también, esperando a ser atrapadas. ¿Tendrá que ver con la física, las leyes de la gravedad y eso?

• Científicamente comprobado que el niño que llora en el avión siempre va ir a la par tuya. O cerca.

• El tiempo que se tarda el vuelo es completamente proporcional a la duración del whisky o los whiskys que te vas tomando.

• El señor del asiento del otro lado, siempre -siempre- va a ser el que va roncando.

• Si vas en los últimos asientos siempre los de adelante van a ser los primeros en recibir las bebidas y viceversa.

• Las nubes son una cosa incomprensible vistas desde el cielo.

• Las ganas que tenés de regresar a tu país son inversamente proporcionales al descuido del señor que olvidó sus papeles y por los que el vuelo se tiene que retrasar alrededor de una hora.

• En los aeropuertos discriminan a los fumadores.

• No pongan libros en las tiendas de souvenirs de los aeropuertos. Son una tentación.


martes, 21 de mayo de 2013

¿Por qué?

Buena pregunta.

Oigan. No me vengan con el cuento de que hay cosas que son y no tienen explicación. NO NO NO NO NO. Todo* tiene una explicación y si no la tiene, simplemente NO ES. Hasta la piedra que está allí tirada a un lado del camino tiene una razón de estar, por algún proceso de sedimentación, porque luego alguien le dio una patada, porque un niño la trajo de otro lado queriéndosela tirar a otro. El cielo tiene un por qué. Las nubes son por algo, y su color también, saben... Tiene que ver con la cantidad de agua que acumulan y el reflejo del sol y la luz y todo eso...

Esto que estoy escribiendo tienen un por qué.

Que lo escriba de esta forma, también.

Así que no me vengan con que hay cosas que no tienen explicación. Es más fácil entender que no quieren dar la explicación a que no la tenga. Simplemente es inaceptable.

Por lo menos para mí, que soy coleccionista de explicaciones.

*TODO, dije.

miércoles, 15 de mayo de 2013

La palabra IDEA está escrita doce veces en este post.

Odio tener ideas -buenísimas ideas- en medio del insomnio. Pensar "es una buenísima idea para el blog", pero tener hueva para levantarme con las consecuencias que eso puede traer incluido... Odio tener buenísimas ideas mientras el calor y los pensamientos no me dejan dormir, y quedarme repitiendo la idea en el cerebro para poder escribirla aquí cuando amanezca.

Odio que amanezca y no tener la más mínima idea de la idea. Ni una pista, ni una palabra. Odio que las ideas mueran así. Sin haber nacido. Supongo que es un aborto de ideas. La muerte de una idea no nacida. ¿Me podrían llevar presa por eso?

Para el próximo insomnio lo más seguro es que me levante a hacerle -al menos- una cesárea a la idea.

jueves, 9 de mayo de 2013

El lunes que nunca llegó.

Para todos aquellos jóvenes veinteañeros que ahora se quejan de la paz que alcanzamos con los acuerdos, más bien dicho; de la paz que nunca alcanzamos, de la paz que ahora no existe, de las libertades que no tenemos... Tengo que decirles que tendrían que haber vivido en aquellos días para entender la diferencia de la vida que tienen ahora.

No saben lo que es vivir una verdadera guerra. No saben ni siquiera lo que es perder la libertad, incluso de leer los libros que quieran. Los que vivimos esa época perdimos tanto... Hay momentos en que creo que hasta perdimos la libertad de sentir como era debido, de ser niños normales, de no encontrarse un muerto en cada esquina, de que no te atrapara una balacera en el centro, de crecer sin miedos. Esa es la libertad que nunca tuvimos, de alguna manera aprendimos a disfrazar los sentimientos, a vivir como si eso fuera lo normal, lo cotidiano... A escuchar historias, todos los días.

Hoy pensaba en eso, porque recordé al que pudo haber sido mi primer noviecito. Se llamaba Iván. Era alto, con grandes ojos oscuros y pestañas colochas. Éramos compañeros del colegio. Él era el típico adolescente revelde, extrovertido, simpático, atleta... Con buenas notas. Todas mis amigas "babeaban" por él y, sin entender todavía por qué, él se fijó en mí.

Como es típico a esas edades tan tempranas de la vida, éramos cursis con cursilería extrema. Él me llevaba todos los días una rosa que cortaba en el jardín de alguna casa camino al colegio. Yo las des-petalaba y escribía sus iniciales sobre el pétalo encima de una página en blanco. Sí, es una hermosa técnica para la cursilería, la inicial queda grabada en el papel. Luego secaba los pétalos dentro del mismo cuaderno. Ante todas las cosas, creo que yo lo admiraba, me parecía demasiado maduro para nuestras edades. Incluso hasta tenía sus ideas políticas bien definidas.

Hubo una fiestecita, algún fin de semana. Yo llevaba mi vestido más lindo. Era celeste. Celeste con flores diminutas y tirantes mínimos. Todavía era casi una niña y mi mamá me acababa de comprar mis primeros zapatos de tacón. Sandalias beige. Los zapatos más bellos que se puedan imaginar. No pregunten más. No recuerdo más que eso. El vestido celeste y el momento en que sonó esta canción:



Tendrán que entender que en aquella época se bailaban las canciones así. Una pista de baile llena de -adolescentes, niños, jóvenes- bailando al unísino una canción como esa. Todos metidos en sus historias. Todos sin mirar a nadie. Iván y yo bailamos esa canción. Con toda la seriedad que era posible, con la seriedad del caso; no dijimos nada. Solo lo recuerdo balbuceando la canción, como tratando, con vergüenza, de cantármela al oído. Después nos fuimos a sentar por allí. Como era lo esperado, me declaró su amor... Me preguntó si quería ser su novia. Como era lo esperado yo le dije que lo iba a pensar. Así eran las cosas en ese tiempo. No era "apropiado" que una niña le dijera que sí a la primera a su "enamoradito" o, al menos, yo así lo creí.

Nunca le pude decir que sí.

El lunes no llegó. Nunca volvió. Nunca más lo volví a ver. Eran tiempos en los que un bicho mal puesto en una calle en el momento menos propicio, en medio de las sombras de la noche; era blanco fácil de ser reclutado -por la guerrilla o por los militares, daba igual-. Nunca supimos qué le pasó porque su familia nunca dijo nada. Por algunos días se murmuró que él mismo se había unido a la guerrila. Sea como sea, esa era nuestra vida. Así era.

Así que nadie que no vivió en aquella época me venga a decir de la farsa de libertad que tienen ahora, si no han desaparecido sus amigos injustamente, si no ha muerto alguien que conocen en un bombardeo, si no han tenido que esconder sus libros favoritos, si no han visto a su mamá consolando a su mejor amiga por el asesinato de su esposo. No me digan eso. Porque ustedes no entienden qué es la paz.

lunes, 6 de mayo de 2013

Querido tú de veinticinco años:


Estás allí parado en medio de la fiesta, pidiéndome que te preste la silla para cambiar un foco que se ha quemado. Eso me parece de lo mas simpático y extraño y te aseguro que dentro de unos minutos vamos a estar bailando como locos en la pista de baile improvisada, frente a la mirada y gestos burlones de todos tus amigos, que celebran la proeza del gringo, bailando con la chera de pelo suelto, la de los jeans demasiado desteñidos, la de la camiseta púrpura demasiado grande, la que no llegó con vestido de fiesta a la fiesta.

Te advierto que va a pasar mucho tiempo para que pueda confiar en vos, nunca he tenido una relación realmente seria, nunca he tenido amigos de ningún tipo, no sé cómo confiar en la gente, no sé cómo socializar adecuadamente, porque mi cabeza es una tontera indomable, llena de tantas cosas que no caben otras más cómo saber sostener una plática coherente con alguien normal. Te advierto que  no estoy acostumbrada a tener relaciones normales tampoco con los hombres, relaciones amorosas, digo. Creo que me da miedo comprometer mis sentimientos por encima, para que no les hagan daño por adentro.

Pero tú, querido tanto, y tantas veces y tanto tiempo... Vos vas a tener tanta paciencia, tanta paciencia toda la vida, que vas a lograr domesticar a este animalito mudo y juguetón y vas a lograr hacerme pensar en la posibilidad de tener tres hijos, una casa con jardín, cocina amplia y ventanas con vista al cielo y las nubes.

Vos me vas a hacer creer que creés que soy perfecta, pero en el fondo te vas a guardar para vos solo todas mis imperfecciones y las vas a querer ocultar del mundo y me vas a constuir una historia con música y mares y playas y borracheras interminables y una o dos escenas de celos; y vas a querer tapar el sol para que no me dañe y vas a querer un mundo calmo y ecuánime solo para mí, solo para que yo viva la fantasía de mis imperfecciones y cuando menos lo esperemos me voy a poner un vestido blanco con el que me voy a sentir rarísima y fuera de contexto y vos me vas a esperar con sonrisa en la capilla poco tradicional y nos vamos a morir de vergüenza esperando que nuestros santos padres no miren los cuadros de personas muertas y torturadas que están atrás, atrás de nuestra boda.

Querido tú de veinticinco años. Un día como hoy, un seis de mayo, abandonaremos la fiesta de nuestra boda a las once de la noche para ir a abrir regalos a la nueva casa y mi vestido va a quedar desparramado en el suelo de la sala sin muebles, mientras nos emocionamos como nenes en cumpleaños, abriendo tantos regalos como nunca en nuestras vidas.

Vos todavía no sabes todo esto, ni siquiera te lo imaginas.

Por eso estoy aquí para contártelo. Algún día, mientras limpiamos la cocina en la víspera de algún aniversario, me vas a preguntar por qué todavía estoy con vos, sí, eso me vas a preguntar... Habrán pasado muchos años, te lo juro, tendremos hasta mascotas e hipoteca y dos carros... Yo te voy a contestar que sobre todas las cosas -el amor una de ellas- me das paz, eso te voy a decir, que sobre todo-todo lo demás, me haces poner los pies sobre la tierra y me das calma, así como esa noche en un hotel en Jerusalen cuando me entere de la muerte de mi papá, así como esa noche, me vas a abrazar durante tres horas hasta que me quede dormida de tanto llorar. Así como esa noche, así va a ser nuestra vida. Me vas a cargar, me vas a abrazar, me vas a ver llorar y solo tus brazos van a ser capaces de darme tanta paz y vida real. 

Solo ellos.

Y además te advierto, querido tú, que me voy a perder muchas veces en la vida. Me voy a perder, porque hay cosas para las que nunca estamos preparados. Nunca voy a estar preparada para ser una persona seria, te prometo que voy a tratar, pero a medida que pase el tiempo voy a poder menos, y voy a ser una mamá irrelevante e intrascendente que va a preferir que tus hijos lean, pinten y enloquezcan por la música; antes de que saquen buenas notas en matemáticas y esas cosas. Los voy a amar te lo prometo. Los voy a amar como nunca me creí capaz en la vida y crecer con ellos va a ser una aventura...

Todo eso va a pasar, te lo aseguro. Vos no lo sabes ni te lo imaginás mientras se te sube la billirrubina bailando frente a tus amigos.

Va a pasar, te lo prometo.

Me voy a perder algunas veces. Voy a querer colgar los guantes o tirar la toalla.

Pero no hay nada de que preocuparse,
porque vos vas a estar allí para encontrarme, cada vez que sea necesario.