domingo, 26 de enero de 2014

El sorpresivo caso de un paisaje, un árbol y una sombra.

El que no posee el don de maravillarse ni de entusiasmarse más le valdría estar muerto, porque sus ojos están cerrados.

Ustedes podrán decir que soy bien sencilla y en realidad lo soy: tiendo a emocionarme por cosas tan simples como las nubes, los atardeceres, un paisaje, la sombra de una hojita tirada en el piso, una gota de aceite derramada sobre el escritorio... Las sombras, las sombras me apasionan. Ese momento de luz en las mañanas con el sol cae oblícuo y anaranjado. Algo así:














Me sorprende todos los días ese preciso momento en que sale el sol. ¿Saben cuál? En es instante en que el sol solo es un leve resplandor sobre la línea de la montaña y luego ¡puuuf! por arte de magia aparece de la nada. Algo así:






















Pues, ajá, ese es mi momento favorito del día y verán, ahora que estoy saliendo a correr, lo veo todos los días, soy testigo todos los días de ese milagro. Si, cursimente un día le dije a alguien que estar en ese momento es como estar presente en un milagro, "creo que así lucen de bonitos los milagros", le dije. Y bueno, lo sostengo. El punto es que el mundo esta lleno de cosas sorprendentes y maravillosas todos los días y como dice el querido amigo Einstein si no tenes la capacidad de maravillarte o asombrarte por las cosas más simples o complicada, ¡mejor morite!

La cosa es que a mi me pasan cosas que me sorprenden casi todos los días... Alguna personas pueden creer que estar mirando las nubes todo el día sea una pérdida de tiempo... Y, en fin, que ese tampoco era el punto. El punto era o es que venía con mi cámara esta mañana, veníamos bajando de San Julian de hacer unas averiguaciones de lo del tour del bálsamo, cuando nos topamos con el paisaje hermoso del volcán de Izalco. Sin mucho pensarlo me bajé de carro, tomé varias fotos con la Nikon y una con el celular y la verdad que el enfoque en ambas era el volcán. Cuando me subí al carro y vi la foto de Instagram descubrí una sombra hermosa y casi infinita de un árbol sobre la calle. Parecen grietas, saben... O raíces. Ahhh, me pareció hermoso. Sentí que era lo mejor que me había pasado en estos días -sí, ya dijimos que soy sencilla- y me sentí extrañamente como con un trofeo. He aquí la foto:




Y aquí tienen el árbol que tan amablemente posó para la foto anterior:



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